
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el bienestar emocional es un “estado de ánimo en el cual la persona se da cuenta de sus propias actitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a la comunidad”.
Al leer esta definición, pasan por mi cabeza algunas reflexiones ante el momento que estamos viviendo, basadas en todo lo que mis ojos han visto y mis oídos escuchado en 25 años de camino consciente y en las últimas horas de vida que han transcurrido.
¿Nuestro cerebro humano se estará dando cuenta de lo que está sucediendo dentro y fuera de nosotros?
Si nuestro cerebro reptiliano (de la supervivencia) es el que predomina en estos momentos, nos encontraremos preocupados, sufriendo de manera descontrolada por lo que no tenemos, por lo que nos falta. Nos angustiará lo que va a suceder, lo que no ha sucedido y no sabemos si sucederá. Nos estaremos enfrentando a nuestros miedos, soledades, frustraciones, tristezas, resentimientos y malas relaciones; a nuestra falta de fe y confianza; a nuestro vacío existencial.
Sí, mucha gente está sufriendo porque no se da cuenta de lo mucho que puede aprender de esta valiosa experiencia sin precedentes. ¿Y por qué? Entre otras cosas, porque nuestro poder de discernimiento ha estado adormecido por muchos años y nuestra perezosa mente se acostumbró a ser más consumista —de creencias, opiniones, historias y pseudoverdades— que una mente cuestionadora, racional, reflexiva y buscadora de la verdad. Y es que para ello, en definitiva, se requiere de tiempo, energía y la firme determinación de despertar.
Hoy nos enfrentamos a un virus silencioso que se ha aprovechado de la evasión, la indiferencia y la anestesia que vivimos. Hemos estado cómodamente sentados en un sillón lo suficientemente ocupados, dispersos y neuróticos como para permitírselo. Hemos vivido de prisa; estresados; enfermos en todas nuestras dimensiones; incomunicados; inconscientes incluso de nuestra propia respiración, la cual nos recuerda a cada instante que estamos vivos y tenemos infinitas posibilidades de ser mejores, más felices, más sanos, más bondadosos y trascender.
Hoy nuestro virus real es el miedo, que se ha despertado como un gigante dentro de nosotros para dirigir nuestra conducta humana y llevarnos con los ojos vendados a ser irracionales, conflictivos, mezquinos, irritables, inflexibles, ansiosos y fáciles de manipular.
¿Hasta cuándo?
¡Hasta que nos demos cuenta! Y pido a Dios —en quien creo— que de verdad nos demos cuenta, y que estas breves y sentidas líneas te permitan hacer un alto y decir ¡ya basta!: quiero estar mejor; merezco sentirme mejor y, aunque no sepa qué hacer, quiero darle sentido a esta experiencia; deseo aprender de ella, en vez de sufrirla, porque ya de por sí es muy compleja de digerir. Tu deseo puede llegar a ser más grande que tu miedo porque, después de todo, más hace el que quiere que el que puede…
Entonces, ¿cómo podemos adaptarnos a este nuevo mundo que hoy vivimos, que hoy transitamos? ¿Cómo vivir esta vida que tenemos hoy? Porque el pasado quedó atrás y el futuro es muy incierto, aunque tu mente desee fervientemente la certeza y el control de lo que está por venir.
Para empezar, quiero decirles por experiencia propia que el tan anhelado bienestar emocionales producto de un largo camino lleno de vicisitudes, el cual les invito a recorrer con paciencia, dedicación, determinación, coraje y disciplina. Disfruten cada paso acogiendo cada sentimiento, pensamiento y experiencia. Tu conquista es personal y tu recompensa será verte despierto, consciente, pleno, sano y feliz. El mundo se lo merece; tú te lo mereces; todos lo necesitamos.
- El pasado nadie lo puede cambiar. Ya pasó. Entonces, aprovéchalo, compréndelo y déjalo donde está porque hoy necesitas renovarte y vivir con la inocencia del niño que cree en un futuro mejor.
- Agradece cada cosa que tienes: tu vida, tu historia, quién eres, las personas que han pasado por tu vida. Cada una ha tenido un sentido, y la experiencia con ellas debe dejarte un aprendizaje, en lugar de dolor o sufrimiento.
- Respira conscientemente. Haz de este ejercicio de atención un acto sagrado mediante el cual celebres la vida. Que sea un hábito para recuperar tu salud mental, emocional y física.
- Escribe, lee, exprésate, camina, dibuja, siente, observa, contempla, escucha… ejercita tu atención plena para darte cuenta de lo que haces, de cómo te sientes y de lo que piensas, sin juzgarte ni criticarte.
- Sé benevolente contigo mismo para que tu juez interior se desvanezca.
- Las emociones se reciben con los brazos abiertos, no se controlan. No son buenas ni malas. Simplemente son una manifestación de nuestro cerebro límbico, que reacciona a los estímulos externos y a nuestra memoria psicológica de lo que hemos vivido.
- La vida nos colocó ante el reto de hacer cosas distintas, diferentes. Tómalo como una gran aventura de aprendizaje y crecimiento. Y cuando te incomode, solo date cuenta, presta atención y respira; esto también pasará.
- Alimenta tu alma meditando, orando, leyendo un buen libro, viendo una buena película o un documental, interiorizando mensajes de reflexión, escuchando buena música, entablando una conversación que te nutra. Y nunca dejes de observar tu diálogo interior.
- Pide disculpas; expresa tu intención de mejorar; abraza a tu gente querida; expresa más “te quiero”, “eres importante para mí”, “te extraño”, “te necesito”, “abrázame”.
- Ejercita tu atención comiendo, cocinando, bañándote o cepillándote los dientes de manera consciente. En lo simple, sencillo y cotidiano de la vida, podemos dar los grandes pasos que nos conducirán al bienestar y la plenitud.
- Camina descalzo, abraza un árbol, riega las plantas, siembra, conecta con la naturaleza y agradece todo lo que nos da. De allí nace la divina providencia…
- Acércate lenta y firmemente al amor. Cuando lo sientas, acéptalo y acógelo tanto, tanto, que se desvanezcan tus miedos.
- Por sobre todas las cosas, cree, abraza tu fe y trabaja en tu fortaleza espiritual.
- Grandes cambios requieren grandes decisiones.
El mundo ya cambió, ¿y tú?
“He recorrido un largo camino hasta llegar a donde estoy. Mi conquista personal hoy tiene una recompensa: un alma más libre, una mente más consciente y la trascendente misión de servir a los demás para que logren acoger sus propias conquistas.” Yelitza Morón |

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